«Formas Fugaces» de Maggie Smith Ferrer

“Formas fugaces” es una novela inevitablemente entrañable que pareciese ir desplegándose con gran naturalidad y belleza, tal como las caprichosas enredaderas se enroscan y tuercen en torno a las ramas de los árboles. A través de estas exquisitas cadencias de la pluma, Maggie Smith Ferrer logra hilvanar un relato íntimo y atractivo a partir de la confluencia de tópicos como el duelo, la infancia, el especial lazo entre hermanos y, sobre todo, las complejidades y excentricidades propias de cada familia.

Las polvorientas y emborronadas reminiscencias del pasado se encuentran con un aciago presente, azuzando recuerdos y presencias que habían descansado -hasta ese momento- lánguidas y marchitas en los cajones de la memoria de la protagonista.

La novela pareciese arrebujar al lector entre sus páginas, provocando que éste baje la guardia ante las anécdotas que comienzan a ser narradas y emprenda inadvertidamente un viaje al pasado de la mano de la protagonista. “Formas fugaces” posee esa cualidad de raptar la atención del lector e implicarlo -en cierta forma- en el relato, pues la obra es capaz de recordarnos la relevancia de nuestras propias raíces y hace despertar en nosotros la más sincera nostalgia por los añorados tiempos de nuestra infancia.

La narración posee un ritmo ágil no por un abuso de la vertiginosa precipitación de acontecimientos ni el empleo de sintaxis poco elaboradas como suele suceder en algunas obras, sino por la presencia de una melodía interna en el relato que pareciese llevar al lector en una deliciosa danza -a veces más rápida, a veces más lenta- a través de los distintos episodios de la narración. Aquel apasionante ritmo de la obra, que palpita al unísono con el corazón de la protagonista, es lo que vuelve realmente cautivante y amena la lectura.

La riqueza del lenguaje resulta evidente desde la primera página. La lírica de la pluma de Smith Ferrer se infiltra entre los distintos reglones del escrito, dando vida a un relato evocativo y sumamente poético: deliciosas descripciones, mágicas premisas y una inusual calidez en cada una de las acciones que es narrada, son consecuencia directa de esto.

En esta historia cada detalle es importante y, por lo mismo, las minuciosas descripciones de espacios, anécdotas o personas adoptan un lugar preponderante en la narración. Las distintas escenas se despliegan con gran delicadeza tanto en sus contenidos como en sus formas, cuidando -siempre- que el pacto de ficción se mantenga a través de sus nueve capítulos.

Somos raíces de un mismo árbol

Luego del fatídico incendio de su casa y tras tener que retornar a la vivienda de sus padres, Ana Santoro deberá -sin proponérselo- reencontrase con los claroscuros de un pasado que se habían mantenido silenciosos y escondidos en lo más recónditos rincones de su memoria.

Mientras intenta esclarecer lo ocurrido durante el incendio, la joven ilustradora se verá precipitada hacia los abismos de su propia historia, cuando -durante su infancia y adolescencia- tuvo que sentenciar su existencia a continuos deambulares sigilosos y llantos a escondidas en una casa donde la ausencia de vida (o de una vida) parecía engullir cualquier rastro de sonido.

En su esfuerzo por descifrar el revoltijo de recuerdos que se agolpaba en su cabeza, Ana comenzará a remecer las raíces de su propia historia familiar, suscitando una serie de interrogantes y contradicciones que terminarán por revelar un doloroso y trágico secreto familiar.

“Formas Fugaces” es una novela que nos habla del duelo y del dolor de la pérdida, pero que -al mismo tiempo- se erige sobre una de las más bellas y complicadas verdades de este mundo: el incondicional amor familiar. Aquello que lleva a la protagonista a afirmar que “nuestras raíces son las mismas. Somos una misma raíz y cada rama ha crecido buscando el cielo desde diferentes formas y miradas. Los cinco somos raíces de un mismo tronco”.

En la obra, los lectores podrán encontrarse con aquellos vínculos inquebrantables entre hermanos, los juegos secretos de una cofradía de niños, los recuerdos de infancia de la protagonista y el relato de toda una vida amputada tras una tragedia familiar. Sin embargo, a pesar del dolor, de los desacuerdos y de las dificultades que esta -y toda- familia deben hacer frente, la primera novela de Smith Ferrer nos recuerda que “la familia es aceptarse y quererse con una sonrisa con todas las excentricidades del corazón”.

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